Viajar es tan inherente al ser humano como el acto de comer, de alimentarse, por lo cual una u otra acción estarán siempre presentes, aún con indepedencia de la huella que le impongan la época, el desarrollo tecnológico o las peculiaridades culturales.

Se puede viajar y comer frugalmente, haciendo ambas cosas al borde del camino, o dejarse atrapar por la magia de un buen vino, un excelente y peculiar plato, para convertir el comer y el beber en la propia razón del viaje.

En la actualidad, incluso en momentos de crisis económica y hasta como respuesta a ella, son más los que buscan ofertar al turista un producto autóctono, distintivo, que incluya poner sobre la mesa un verdadero reto al paladar, lo que no necesariamente significa un mayor gasto.

Pero la creatividad y el buen hacer desgraciadamente no siempre acompañan a todos los que sirven al turista, quien busca en el viaje la satisfacción redonda de un lugar nuevo, el trato agradable y profesional, la comida bien hecha y la bebida servida a su gusto para prolongar el buen momento.

Por ello Excelencias Gourmet pretende con este número, su décima edición, indagar sobre estos temas, recogiendo en nuestras páginas algunas reflexiones particulares, convencidos de que un viaje debe y tiene que ser el momento ideal para satisfacer el espíritu gourmet.

José Carlos de Santiago